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CEREBRO

La amígdala, el centro cerebral de las emociones

La amígdala, el centro cerebral de las emociones
Andrea Fernández Rodríguez
Última actualización: 20 Junio 2018
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La amígdala es un área de nuestro cerebro que tiene mucha relación con el aprendizaje y desarrollo de emociones, y así es como funciona.

Con el desarrollo de las Neurociencias cada vez tenemos más conocimiento sobre el órgano que todo lo maneja: el cerebro. Este centraliza toda la actividad del sistema nervioso central.

Una de sus partes más importantes, quizá hayas oído hablar de ella, es la amígdala. La amígdala se sitúa en el llamado cerebro profundo y es el centro de operaciones que gestiona nuestras emociones. Sin ella no podríamos reaccionar a los estímulos tanto externos como internos.

¿Dónde está y de qué se encarga?

La amígdala es una estructura cerebral con forma de almendra que se encuentran en la parte interior del cerebro. Se trata de una estructura subcortical que pertenece al sistema límbico. De hecho su nombre viene de la palabra griega que significaba "almendra".

La amígdala se encuentra en el sistema límbico, y se encarga de procesar las emocionesLa amígdala se encuentra en el sistema límbico, y se encarga de procesar las emociones

Como ocurre con la práctica totalidad de las estructuras cerebrales, se encuentra duplicada, encontrando una amígdala en cada hemisferio cerebral a la altura de los lóbulos temporales (aproximadamente a la altura de nuestras orejas).

Aunque se le atribuyen diferentes funciones, la principal de ellas, que la hace un elemento clave para la supervivencia, es su papel fundamental para sentir ciertas emociones y, también, para percibirlas en otras personas.

Integra las emociones con los patrones de respuesta que corresponden a estas y, subsecuentemente, provoca una respuesta a todos los niveles (fisiológico, cognitivo y motor). Además, coordina las áreas que controlan la expresión somática de la emoción y la corteza cerebral que hace la emoción consciente. Esto conlleva que, además de en la percepción, tenga una gran importancia a la hora de dar un significado a lo que sentimos.

Puede parecer sencillo pero cuando nos referimos a un órgano tan complejo como el cerebro nunca es así. La amígdala no constituye simplemente una "pieza" del cerebro humano, cuya forma de funcionar es predecible y muy bien conocida. Ninguna estructura cerebral es así, y la amígdala no iba a ser menos.

Estos núcleos cerebrales se relacionan con múltiples áreas del sistema nervioso central y en realidad, la investigación a mostrado como está formada por diferentes grupos neuronales (por lo que también se la conoce como complejo amigdalino).

¿Cuáles son las partes principales del complejo amigdalino?

- Núcleo corticomedial: participa en el control hormonal (especialmente en el control del comportamiento sexual) y en la respuesta de saciación.

- Núcleos basolaterales: además de su implicación en las respuestas emocionales ya aprendidas, su principal función tiene relación con la sensación de saciación.

- Núcleo central: el de más tamaño, es fundamental para la expresión de nuestras emociones. Desencadena la reacción del sistema nervioso autónomo y afecta a la génesis y el mantenimiento de los sentimientos.

Funciones de las estructuras amigdalinas

Como se ha señalado, la amígdala constituye una estructura de gran complejidad y esencial para nuestra especie, sobre todo a nivel psicofisiológico. En forma de síntesis las funciones principales son las siguientes:

1. Integra las emociones y la respuesta del sistema nervioso autónomo

Se trata de su función más estudiada y, probablemente, más relevante. La amígdala controla tanto la emisión como la inhibición de cualquiera de nuestras respuestas emocionales. Permite asociar la experiencia con sensación de gratificación o desagrado. Aunque se relaciona muy estrechamente con emociones "negativas" (como veremos más adelante) también participa de emociones que nos resultan mucho más agradables como la alegría.

2. Gestiona la respuesta de miedo y la reacción de escape o evitación

En su participación en el procesamiento emocional, tiene un papel clave en relación a las emociones de carácter más adaptativo. A nivel filogenético, se trata de una estructura que permite la supervivencia de muchas especies, entre ellas la nuestra. Se ha visto cómo ante la presencia de una lesión estas respuestas se ven alteradas dando desde la pérdida de miedo hasta estallidos de agresividad.

La amígdala nos ayuda a relacionar los recuerdos con las emociones facilitando que los memoricemos mejorLa amígdala nos ayuda a relacionar los recuerdos con las emociones facilitando que los memoricemos mejor

3. Hace posible el aprendizaje de emociones

Permite que seleccionemos las estrategias adecuadas en situaciones concretas por la asociación que se establece entre la respuesta emocional y los estímulos. Esta vinculación emoción-cognición se relaciona estrechamente con la motivación y la memoria.

4. Afecta a la estructura de los recuerdos

Es una experiencia común comprobar cómo traemos de nuevo a la memoria situación pasadas de forma más sencilla cuando estas se relacionan con una emoción de gran intensidad. La conexión entre los recuerdos y las emociones posibilitan esta recuperación más eficaz y también que estos se fijen mejor en las estructuras encargadas de la memoria.

Investigaciones han comprobado cómo, incluso cuando esas estructuras fallan (por ejemplo, el hipocampo) y no se pueden almacenar ciertos recuerdos, la amígdala permite presentar un recuerdo emocional de la situación.

5. Regula la conducta sexual y participa en la respuesta de saciación

Como hemos comentado a la hora de mencionar algunas de las partes del complejo amigdalino, estas estructuras están directamente implicadas en las respuestas sexuales y de falta de hambre. En cuanto a las primeras, permiten la vinculación emocional y la asociación de ese vínculo con sensaciones placenteras. En cuanto a la segunda, contribuye a mantener el equilibrio corporal al influenciar la percepción de la saciación.

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