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OPCIONES

¿Por qué tomas malas decisiones?

¿Por qué tomas malas decisiones?
Mª José Roldán Prieto
Última actualización: 27 Noviembre 2018
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¿Sabes qué factores te empujan a tomar unas u otras decisiones? Analizamos las causas por las que a veces tomamos decisiones equivocadas.

¿Cuántas decisiones crees que tomas cada día? En realidad no paras de tomar decisiones diariamente, en 24 horas podrías tomar miles. Algunas de estas decisiones tienen efectos resonantes en el transcurso de nuestras vidas (como si ir o no a la universidad, casarnos o tener hijos), mientras que otras son relativamente triviales (como comer un sándwich de jamón serrano o pavo para el almuerzo).

Es posible que algunas decisiones que tomes en la vida sean buenas (como acertar en tu carrera universitaria que después de té un buen futuro), mientras que otras pueden no ser tan buenas (como el sándwich que te tomaste no fue buena idea y te sentó mal).

Quizá si miras hacia atrás en tu vida te des cuenta de que posiblemente no siempre hayas tomado buenas decisiones en tu vida o quizá te arrepientes de no haberlas tomado nunca. ¿Por qué te casaste con alguien al que realmente no amabas? ¿Por qué compraste un coche caro si tienes hijos y lo que necesitas es un coche más grande? ¿En qué estabas pensando cuando compraste esos horribles pantalones y además tan caros?

No siempre podemos acertar con la decisión correctaNo siempre podemos acertar con la decisión correcta

Tomar malas decisiones es bastante habitual y además necesario. Pero es necesario que tengas una comprensión más profunda del proceso detrás de esas elecciones que a veces, parecen irracionales. Hay una serie de factores que contribuyen a las malas decisiones y saber cómo funcionan estos procesos e influir en tu forma de pensar, tal vez pueda ayudarte a tomar mejores decisiones en el futuro.

Los atajos mentales te hacen tropezar

Si tuviéramos que pensar en cada escenario posible para cada decisión posible, probablemente las horas pasarían volando. Para tomar decisiones de forma rápida y económica, el cerebro depende de una serie de atajos cognitivos conocidos como heurísticas. Estas reglas mentales nos permiten emitir juicios con bastante rapidez y, a menudo, con bastante precisión, pero también pueden llevar a pensamientos confusos y malas decisiones.

Un ejemplo de esto es un pequeño atajo mental conocido como el efecto de anclaje. En muchas situaciones diferentes, las personas usan un punto de inicio como un ancla que luego se ajusta para obtener una estimación o valor final. Por ejemplo, si estás comprando una casa y sabes que las casas en tu vecindario objetivo típicamente se venden a un precio promedio de 300.000 euros, probablemente use esa cifra como base para negociar el precio de compra de la casa que elijas.

Entonces, ¿qué puedes hacer para minimizar el impacto negativo potencial de estas heurísticas en tus decisiones? Los expertos sugieren que solo ser más conscientes de ellos puede ayudarte. En el caso del efecto de anclaje, proporcionar un rango de posibles estimaciones puede ayudarte. Entonces, si está comprando un coche nuevo, puedes crear un rango de precios razonables en lugar de centrarse en el precio promedio general de un vehículo en particular. Si sabes que el coche cuesta entre 27 y 32 mil euros por el tamaño y las funciones que quieres que tenga, puedes tomar en base a esto una mejor decisión en cuanto a sobre cuánto ofrecer al vendedor. Recuerda que a veces las comparaciones conducen a tomar malas decisiones.

Cuidado con las comparaciones

¿Realmente cómo sabes que tuviste una buena oferta cuando compraste tu robot de cocina? La comparación es una de las principales herramientas que se utilizan al tomar decisiones. Puede que sepas cuál es el precio típico de un producto que quieras comprar, por lo que comparas las ofertas para encontrar el mejor precio posible. Asignamos un valor basado en cómo los artículos se comparan con otros. ¿Pero qué pasa cuando haces malas comparaciones? ¿O cuando los elementos con los que estás comparando sus opciones no son representativos o iguales? 

Por ejemplo: ¿Serías capaz de ahorrar 25 euros por un producto? Quizá si el producto de cuesta 75 euros y te rebajan 25 euros, te merece la pena. Pero, ¿y si el producto que quieres vale 10.000 euros? ¿Te merece la rebaja de 25 euros por un precio tan alto? Es posible que no aceptes una rebaja tan baja en un precio tan alto. ¿Sabes por qué? Porque 25 euros vale lo mismo en ambas situaciones. No es lo mismo la cantidad que ahorras que la cantidad que pagas, ¿verdad? Al tomar decisiones, a menudo hacemos comparaciones rápidas sin pensar realmente en nuestras opciones. Para evitar decisiones erróneas, confiar en la lógica y en un examen cuidadoso de las opciones a veces puede ser más importante que confiar en tu "reacción instintiva" inmediata.

Quizá seas 'demasiado' optimista

¿Se puede ser 'demasiado' optimista? Sí se puede. Sorprendentemente, las personas que tienden a tener un optimismo natural puede obstaculizar una buena toma de decisiones. En un estudio fascinante, el investigador Tali Sharot preguntó a los participantes cuáles pensaban que era probable que ocurrieran una serie de eventos desagradables, como el robo o la aparición de una enfermedad terminal. Una vez que los sujetos dieron sus predicciones, los investigadores les dijeron cuáles eran las probabilidades reales.

Es posible que tuvieras una visión demasiado optimista del resultadoEs posible que tuvieras una visión demasiado optimista del resultado

Cuando se les dice a las personas que el riesgo de que algo malo pase es menor de lo que esperaban, tienden a ajustar sus predicciones para que coincidan con la nueva información que aprendieron. Cuando descubren que el riesgo de que suceda algo malo es en realidad mucho mayor de lo que estimaban, tienden a ignorar la nueva información. Por ejemplo, si una persona predice que la probabilidad de morir por fumar cigarrillos es solo del 5% pero luego se le dice que el riesgo real de morir es en realidad más cercano al 25%, las personas probablemente ignorarán la nueva información y se apegarán a su inicial estimar.

Parte de esta perspectiva demasiado optimista proviene de nuestra tendencia natural a creer que las cosas malas les suceden a otras personas, pero no a nosotros. Cuando escuchamos sobre algo trágico o desagradable que le está sucediendo a otra persona, a menudo tendemos a buscar cosas que la persona podría haber hecho para causar el problema. Esta tendencia a culpar a las víctimas nos protege de tener que admitir que somos tan susceptibles a la tragedia como cualquier otra persona... Porque este pensamiento genera demasiada ansiedad.

Esto se conoce como el sesgo del optimismo o la tendencia a sobrestimar la probabilidad de experimentar buenos eventos mientras se subestima la probabilidad de experimentar malos eventos. Esto no es necesariamente una cuestión de creer que las cosas simplemente caerán mágicamente en su lugar, sino el exceso de confianza en nuestras propias habilidades para hacer que sucedan cosas buenas.

Si eres demasiado optimista sobre tus propias habilidades y perspectivas, es más probable que creas que tus decisiones son las mejores. Quizá sepas que no hacer deporte, comer comida basura y fumar mata, pero pensarás que mata a otros y no a ti.

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